
…Ella dijo -solamente quiero destrozarle el alma-
más que gemir gritó en ese arrabal:
¡Soy ángel del Luzbel!
Alguien con supremacía la señalo como pérfida, nefanda;
negó su sentencia y se hizo prolifera de maldad,
la tomó como lienzo para hacer soltar mejor a la pluma,
anotó cual si fuera sermón las siguientes palabras:
No hay peor vomitivo que tu dolor en mi vientre,
bañé las sabanas con sangre sino era virginal menos santa,
enmendé las horas con falsa omnipotencia que sirvió sólo como engendro de mi degradación.
Después de todo irónicamente el fuego fatuo siguió ardiendo en otras cabezas,
ahí se convirtió el cielo en llameante silíceo,
aquella fe la hizo profeta de la verdad eterna:
su inmanente maldición.