jueves, 24 de junio de 2010

Maldita


…Ella dijo -solamente quiero destrozarle el alma-

más que gemir gritó en ese arrabal:

¡Soy ángel del Luzbel!

Alguien con supremacía la señalo como pérfida, nefanda;

negó su sentencia y se hizo prolifera de maldad,

la tomó como lienzo para hacer soltar mejor a la pluma,

anotó cual si fuera sermón las siguientes palabras:

No hay peor vomitivo que tu dolor en mi vientre,

bañé las sabanas con sangre sino era virginal menos santa,

enmendé las horas con falsa omnipotencia que sirvió sólo como engendro de mi degradación.

Después de todo irónicamente el fuego fatuo siguió ardiendo en otras cabezas,

ahí se convirtió el cielo en llameante silíceo,

aquella fe la hizo profeta de la verdad eterna:

su inmanente maldición.

Trémulo Abismo

Hazme enloquecer, hazme gemir
dejaré que me desintegres;
su voz grita en mi cuerpo
trémulo abismo comunal,
así, aislada espero la chispa de aquel rayo para encender el fuego
¿Será que acaso los labios rojos no lo incitan?

Para llorar más...
encontraras en llamas a los ingenuos,
los engendros de la vida, hombres conformistas:
los hombres se conforman con tan poca cosa
todo por parar un rato el miembro
y después de que las pérfidas ninfómanas los dejan embarrados
en un chiquero pueril quieren ser aceptados en los brazos de otras
con poco se dejan degradar,
sus mujeres son bestias fétidas.


Mi mente se ha enajenado
en el letargo que su confín me dejó,
despojada en ese centro que desnuda
tu resides en el rincón fúnebre de mi mente torcida,
ahí vives de la sangre que esta coagulada,
la sorbes cual si fuera el aire que exhalas,
el curtido de mi carne es tu alimento para el alma y el espíritu.



Cuál es mi desgracia más grande,
no hay placer en este gobierno ,
en la penumbra gradualmente voy adquiriendo virtud
templo mi deseo por un hombre mayor
lejano y totalmente viril...

Quieres que te diga que seré tu amante fiel,
que abriré mis venas para su degradación,
Anda ya, inféctarme de una muerte fatal
no me dejes olvidar,
estoy muriendo de angustia,
en el sigilo de la agonía
pendo de la efervescencia de su deseo.